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Cuando pierdes una mamá y ganas un propósito

enero 29, 2019 por Elena Martin Dejar un comentario

Anielka sabe lo que es perder a una mamá ante un enemigo silencioso. Hoy trabaja por acabar con ese enemigo

Katiela es una pequeña niña con un gran sueño. Su madre quiere ayudar a hacer sus sueños realidad. Sin embargo, en países como Nicaragua existe una enorme posibilidad de que el cáncer cervical le roben, a ella y a Katiela, esa opción.

Esta posible historia futura que nos presenta The Lily Project, representa la historia pasada de Anielka, co-fundadora del proyecto. A veces a los momentos más duros de la vida, tenemos que agradecerles que nos conviertan en la persona que somos hoy. Anielka, perdió una madre y ganó un propósito. Hoy batalla cada día para evitar que el cáncer cervical, le robe la mamá a ningún niño más.

Los orígenes…

El proyecto Lily nace en honor a la madre de Anielka, Azucena (Lily en inglés). Una mujer humilde, fuerte y trabajadora, procedente de una comunidad rural en la ciudad de León. El cáncer cervical es la principal causa de muerte en mujeres en este país. Ese fue el final de Azucena, un cáncer que pudo evitarse con la detección temprana.

“Su historia se encuentra presente en cada mujer que atendemos, en cada comunidad que visitamos y cada vida que logramos salvar mediante la detección temprana. Nos aseguramos que cada miembro de nuestro equipo atienda a las pacientes recordando que en sus manos está la vida de una madre, hermana, hija o amiga de alguien y por lo tanto merece todo el cariño y respeto posible”, nos cuenta Anielka.

Susan, Jonathan y Alienka

Anielka inició este proyecto junto con Jonathan Butcher tras detectar especialmente las necesidades de este tipo de detección temprana en comunidades rurales. A ellos se unió Susan Cotton, interesada en desarrollar un programa de salud con mujeres en comunidades rurales que son ineficientemente atendidas.

“Llegué a un punto de mi vida donde me di cuenta que quería contribuir al mundo de manera diferente así que decidí estudiar un máster de emprendimiento social en la universidad de Pepperdine y parte del programa requiere explorar el tema de una cultura desde el punto de vista de la cultura” nos cuenta Susan.

“Conocí a Jonathan y Anielka a través de Pepperdine. Escuché sobre la historia de Anielka y fue algo que me impactó mucho ya que sabía que quería enfocar mi trabajo en temas de salud y derechos de la mujer”.

Con años de experiencia en marketing y recaudación de fondos, y tras identificar este proyecto, decidió visitar Nicaragua con la intención de formular y financiar esta iniciativa. ¡Dicho y hecho!

¿Qué impide la detección temprana?

Según nos comparten, existen tres obstáculos fundamentales: la pobreza, la cultura machista y la educación. Nicaragua carece de recursos para brindar atención médica preventiva básica a casi el 90% de su población, siendo las comunidades rurales el sector más vulnerable debido a la la poca o nula presencia de centros de salud.

“La cultura machista presente en el país hace que la violencia sexual sea prácticamente una epidemia, los hombres se creen dueños de los cuerpos de las mujeres y no les permiten acceder a chequeos ginecológicos rutinarios. La poca o falta de educación sexual hace que las muchas mujeres tiendan a desconocer o comprender sus propios cuerpos, llegando al punto de  considerar la menstruación como una enfermedad”. Nos cuenta el equipo.

Ofreciendo opciones, cambiando paradigmas

La batalla no la llevan a cabo solos. The Lily Project ha creado un modelo donde primeramente a las comunidades se entra asociándose con los líderes comunitarios para poder llevar a cabo las convocatorias de los eventos. De ahí una unidad móvil se traslada hacia la comunidad y se instala en un colegio o casa para brindar los servicios. Una vez realizado el examen se entregan los resultados de manera personal y confidencial una semana después.

Una sesión con la comunidad

“El tratamiento de crioterapia o la realización de biopsias se brindan únicamente si la paciente lo amerita. Todos nuestros servicios son completamente gratuitos.” Nos cuentan.

Más allá de la gran oportunidad de detectar problemas antes de lamentar para las mujeres en las comunidades, la oportunidad también se presenta para estudiantes graduados recientemente en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). The Lily Project entrena, desarrolla y paga a estos pasantes por un año.

“Los pasantes son graduados de la universidad que trabajan en las comunidades rurales por todo un año, y durante este tiempo reciben capacitación basada en habilidades, entrenamiento personal y desarrollo de liderazgo para potenciar su éxito futuro”.

Los números hablan…

A pesar de que 2018 fue un año de retos, The Lily Project logró visitar 109 comunidades en las dos ciudades que trabajan y se atendieron un total de 6,169 pacientes.

El número es significativo si tenemos en cuenta el presupuesto destinado por el sistema estatal de salud para detectar estos casos es literalmente cero.

En un país donde en el 40% de las familias la mujer es la única cabeza de familia, cuando se pierde una mamá, la familia entera queda afectada y abocada a situaciones de pobreza y dificultades, especialmente en determinados entornos.

Es por eso que los números son esperanzadores, pero no suficientes. Así Anielka, Jonathan y Susan no dejan de imaginar un futuro que aún tiene que ser mejor.

“Dentro de tres a cinco años deseamos poder contar con 10 unidades móviles que trabajen en todas las zonas rurales de Nicaragua, con 10 equipos esperamos poder impactar a 30.000 mujeres al año y podremos hacer una diferencia realmente significativa en la tendencia de la enfermedad en el país”.

Y así lo esperamos. Para los que quieran conocer más sobre este proyecto o cómo colaborar, encuentren toda la información en su página web: The Lily Project.

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El buen voluntario presta atención al entorno, las personas, escucha, es humilde

junio 13, 2018 por Elena Martin Dejar un comentario

Ejemplo de una clase bajo un árbol
Bellos los árboles, pero no sirven de aula cuando llueve

Nicolás Cipriota con varios amigos decidieron en 2012 dejar atrás la familiaridad de Buenos Aires y poner rumbo a territorio desconocido. ¿Por qué?, ni ellos lo sabían muy bien, pero creían que lo que estaba por venir seguro les transformaría… no se equivocaron.

Desde que llegaron su vocación social les movió a querer contribuir de alguna forma, pero sabían gracias al trabajo en lo que aquel entonces era Un Techo para mi País, que la solución no está en llegar asumiendo lo que se necesita, sino en prestarle atención al entorno, a las personas, ver, escuchar… ser humilde. Así comenzaron este fascinante viaje que acabó convirtiéndose en lo que es hoy seis años después Somos del Mundo. Un proyecto en el que chicos y chicas argentinos construyen aulas junto con la comunidad, en zonas rurales de Mozambique al tiempo que desarrollan habilidades para generar impacto social de vuelta a casa.

Los inicios…

Los inicios en realidad no comenzaron en Mozambique, sino en Buenos Aires. La mamá de Nicolás Cipriota (co-fundador del proyecto), conocía a un cura que había venido de ese país (no necesariamente el lugar que ellos tenían en mente) y pensó que sería una buena idea que empezasen por ahí, ver qué es lo que él podía contarles. Charlaron, hubo buena conexión y él les dijo, “si quieren ir está bien, yo puedo conectarles con alguien que está allá, pero nada de ir así porque sí…” Durante meses el requisito fue que periódicamente Nicolás y sus amigos se reunirían con él y aprendían: de su experiencia, del contexto político, cultural, social del país… aprendieron portugués para estar listos para comunicarse además de ponerle el esfuerzo a manejarse con el dialecto de la zona, el Xichangana. El padre les dijo también, “para todo lo que quieran hacer van a necesitar plata, así que empiecen a hacer eventos de recaudación, lo que se les ocurra. Conseguíamos dinero sin saber en qué lo íbamos a gastar” comenta Nicolás. Y por fin llegó el día… destino: Mozambique

Cuando se le pone el tiempo a encontrar la respuesta, la respuesta llega…

Con muchas ganas de ayudar pero sabiendo que la clave se la darían los locales sobre en qué podían ser útiles en lugar de lanzarse a querer ‘ayudar’ en algo que a sus ojos era útil, pasaron dos meses donde se mezclaron y aprendieron del contexto local, pero igual no veían dónde era que su buena voluntad podía ser mejor aprovechada.

Aspecto interior de un aula acabada
El resultado final

Un día se quemó una escuela “Y el director de la escuela que nos conocía, es como que se “solidariza con nosotros” y nos dice ‘chicos miren, yo se que ustedes estuvieron construyendo. Vamos a recibir unos materiales donados y vamos a reconstruir las aulas, ¿por qué no nos acompañan y se entretienen?… “ La invitación termina siendo al revés, ellos les dieron la respuesta.

A partir de esa construcción y entendiendo mejor la situación de la educación en Mozambique, aprendieron que en el país hay tanta escasez de aulas como de profesores. En muchos lugares, las clases tienen lugar literalmente con un pizarrón bajo un árbol. Suena muy bucólico, pero no es tan cómodo cuando llueve o hace mucho calor.

“A partir de ahí aprendimos como un aula cuesta unos 1000 dólares, pero lo que ocurre es fascinante. Un aula nueva aumenta el presentismo en las escuelas. Con un aula una comunidad que antes llegaba al quinto grado, ahora llega al sexto grado, por lo que la comunidad tiene un año más de escuela. De esta forma se puede pedir a las autoridades locales que demanden que el gobierno envíe otro profesor”, nos explica Nicolás.

El resultado: a día de hoy se han construido 69 aulas en 20 escuelas. Cada año un buen número de voluntarios se suma a la construcción, pero la labor y el significado va mucho más allá de levantar un techo… y ahí la belleza de este proyecto.

Movilizando voluntarios / involucrando a la comunidad

COMPROMISO, con mayúsculas es sin duda lo que define a los voluntarios que llegan cada verano a Mozambique. Somos del Mundo supo desde el principio que un voluntariado por el hecho de serlo no necesita cumplir con menos requisitos, al contrario: “si vos estás en Buenos Aires, querés ir a una villa a contribuir y por lo que sea no te encontrás cómodo o no querés estar allí – comenta Nicolás – te tomás un colectivo y te volvés a tu casa. Eso no pasa si te vas a miles de kilómetros de tu lugar de origen”.

No basta con pagar y pasar un mes “ayudando” lejos de casa. Eso es totalmente legítimo, pero no es ‘Somos del Mundo’.  Los requisitos para poder ser uno de estos voluntarios, requieren de una implicación que va mucho más allá de poderse pagar un billete de avión. Así, para formar parte del grupo de voluntarios que aterrizan en Mozambique cada año, hay que:

  • Ser mayor de 21 años
  • Contar con al menos 1 año de experiencia en proyectos de impacto social de tu propia comunidad
  • Comprometerse a 6 meses de preparación intensa (1 vez por semana)
  • Concluir de manera exitosa la entrevista personal con el área de voluntariado

Se trata de un programa con una intención muy definida: por un lado, se busca potenciar agentes de cambio mediante el desarrollo de habilidades y por otro, generar soluciones concretas en comunidades rurales de Mozambique.

Tus vacaciones se conectan con una labor social, con construir aulas, alojarse en casas de familias dentro de la comunidad y generar vínculos y aprendizajes comunes.

La enseñanza…

Comunidad y voluntarios construyendo juntos
El poder de la colaboración donde todos ganan

Preguntado por la enseñanza más profunda que ha recibido durante todos estos años, Nicolás concluye: “Somos todos lo mismo, con diferente color de piel, hablamos diferente idioma pero todos merecemos ser acompañados y ayudados si nos encontramos en una situación de necesidad. Se aprende mucho y de diferentes maneras. La más importante es el aprendizaje compartido. El poder trabajar con otra persona con un objetivo común, porque cuando estás los dos ahí metidos, con los pies en el barro y con el mismo martillo, ahí te miras a los ojos y te das cuenta de que somos todos iguales y lo que pasa es que tuvimos diferente oportunidades”.

Para aquellos que sigan teniendo la voluntad de embarcarse en un proyecto similar lo que nosotros aprendimos de Nicolás es como lo más importante es tener la voluntad y hay que animarse a apostar, porque cuando te animas a apostar vas a encontrar otras voluntades en el camino. “Una voluntad individual es muy difícil que logre cosas, pero una vez que uno sale de este terreno se encuentra enseguida con otras voluntades y es así donde los proyectos suceden. Lo más probable es que surja algo importante, algo lindo, algo que sume”.

Si quieres conocer más sobre Somos del Mundo:

  1. Infórmate de todos los detalles de los programas en: www.somosdelmundo.org
  2. Las postulaciones para el próximo grupo de voluntarios están abiertas. >> Aplica aquí <<

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Emprendedores: “Quiero gritarle a mis vecinos: ser feliz es muy fácil”

abril 18, 2018 por Elena Martin 1 comentario

A Luis Merino el voluntariado le cambió la vida. Alguien, tras detectar su relativo desencanto con el día a día le animó a hacerse voluntario. Como le gustaban los libros y el estudio, esa oportunidad en una biblioteca que encontró un día en internet le pareció ideal. Se animó. No sabía que pasaría solo una tarde entre libros y tras esto un año entero entre personas, pero no cualquier tipo de personas.

La biblioteca estaba en un hospital de enfermos terminales y pronto el contacto con los libros se tornó en contacto con aquellos que esperan la muerte. Estar tan cerca de lo que es el final, le hizo ver el valor de la vida. Una vida, la suya, que había construido según le habían dicho que era lo correcto. Padre de familia y al cargo de decenas de ingenieros en una reconocida entidad bancaria de España, algo le decía sin embargo que no, que eso no era lo que debería ser la vida, no sentía que pertenecía a ese entorno, a esa estructura programada y ‘correcta’.

Lo que pasó a partir de ahí nos lo cuenta a través de una charla amigable. Hablar con Luis es hablar con un hombre como él dice ‘reencarnado’, vibrante, lleno de entusiasmo, de ganas de hacer la diferencia. El camino lo ha encontrado a través de una sucesión de experiencias y lo ha canalizado a través de un maravilloso proyecto, AnforaSoftware. Nos cuenta su historia, inspiradora y llena de coraje y amor por el otro en tres preguntas.

Luis, ¿dónde estaba el problema, qué te hizo ver la necesidad?

La verdad es que todo comenzó con mi contacto con el voluntariado, para mi fue como cuando la vida te da una bofetada para que reacciones. Yo vi morir a mucha gente, niños, jóvenes, ancianos en muchas diferentes circunstancias y esto me hizo ver que la vida de verdad es un suspiro. Me dije “yo voy a intentar hacer de la vida algo interesante, que cada mañana me levante con ganas”. Tenía que hacer algo para encontrar un sentido a ese escenario de cartón piedra que me parecía la vida.

Comencé hacer un curso de emprendimiento social y gracias a mucha gente que se movía en el campo de la cooperación me di cuenta de algo de lo que no era consciente: el mundo está lleno de dispositivos móviles. Yo no me lo creía. Pensaba que lo que le haría falta a la gente en muchos lugares sería calzado, ropa… otras cosas. Tuve que contrastarlo para darme cuenta que era verdad, hay millones y millones de móviles en el mundo y muchos se encuentran precisamente en países en vías de desarrollo. Fue entonces que me pregunté… ‘Y si introducimos contenidos educativos en dispositivos móviles para llegar a niñ@s en lugares remotos donde no llega la educación’. Si podemos hacer eso, podemos no cambiar radicalmente la realidad, pero dar posibilidades, abrir el horizonte para muchos… Así nació AnforaSoftware. 

¿Qué fue lo qué desencadenó su paso a la acción?

Luis y Alfredo. Impulsores de Anfora Software
Luis y Alfredo. Impulsores de Anfora Software

Mi hija tenía 7 años cuando un día me dijo, –“¿papá, me ayudas con los deberes?” – y me presentó dos hojas con 20 sumas y yo pensé… ‘este es el momento en el que Ángela va a odiar las matemáticas para siempre’ y yo, un tipo cuadriculado al que le encantan las matemáticas me dije ‘tengo que hacer algo’ y le hice un programa para el teléfono muy sencillo con música y sonidos para aprender a sumar. Cuando estábamos en un atasco, esperando en la sala del médico, o en ratos muertos aquí y allá… jugaba con el programa. Se motivó tanto que de repente las matemáticas pasaron a ser su asignatura favorita y comenzó a traer unas notas estupendas. Pasó de ser algo aburrido a ser algo divertido. Ahí es donde yo dije: ‘si hacemos que el aprendizaje mediante una forma divertida le pueda llegar a niños que estén en lugares donde de otra forma la educación no llegaría, ¿qué sería posible?‘. Nunca pensé que con lo que ofreces en el teléfono se van a hacer ingenieros, ni periodistas… pero sí  creo que puede ser la llave para que encuentren una motivación, que les despierte la pasión para poder aprender. Fue así que comencé AnforaSoftware, con un prototipo y lanzándome a probarlo primeramente en Nicaragua

¿Qué hace que el tiempo dedicado a este proyecto merezca la pena?

La vida es algo más de lo que te habían contado siempre. Siempre te han dicho que tienes que progresar, conseguir un trabajo estupendo, que tus vecinos te mirarán bien, que tu familia pensará que todo es genial, te vas a cambiar de coche cada poco tiempo… ¡es todo estupendo! ¡es genial! … pues nos han engañado. Eso no funciona, puedes llegar a lo que te han dicho y ver que vida sigue siendo gris y creer que no hay nada mucho más allá. Sin embargo hoy me despierto cada día a las cuatro de la mañana por que no puedo dormir, porque estoy emocionado. Tener la posibilidad en la mano de darle posibilidades a otra gente es lo mejor que te puede pasar. Puedes ayudar, puedes transformar, es algo impagable y me dan ganas cada mañana cuando me levanto de madrugada de abrir las ventanas y gritarle a mis vecinos, ‘es fácil, es muy fácil‘.

AnforaSoftware es un proyecto increíblemente inspirador a través del cual niños que de otra forma no tendrían contacto con la educación, pueden acceder a ella y encontrar la motivación por desarrollar el amor por el estudio, si se les hace divertido a través juegos y programas interactivos en dispositivos móviles. Con tabletas y juegos, lleva la educación a lugares recónditos así como a aquellos lugares donde hay niños que por otras razones pierden el contacto con el estudio, como niños en hospitales.

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Y si te gustó esta historia, esta otra te hará entender aún más donde para muchos se esconde la felicidad:  ‘Encontrando la felicidad fuera de la norma‘. Este es un contenido Copyleft (ↄ). Puedes reproducir este y cualquier otro contenido de nuestro blog y compartirlo en diferentes soportes (online, papel, etc.) siempre y cuando cites la fuente, con el enlace a la página principal del propio blog de Idealistas.

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Democratizando la educación y la cultura para demostrar que sí se puede

marzo 2, 2018 por Elena Martin Dejar un comentario

Colaboración entre VIVA Idea e Idealist

Por Elena Martin, Idealist.org

Centro Cultural Melodía provee desde 2001 oportunidades de educación y desarrollo cultural a la comunidad de Villa Hayes, en el Chaco paraguayo. Tras todo este tiempo, este es el año en el que escalar se convierte en el foco principal del proyecto. ¿Cómo multiplicar el impacto generado llevando el modelo a muchos más centros culturales del país?

Félix Fariña es el Director del Centro Cultural Melodía y un firme creyente en el poder transformador de la cultura como herramienta para afectar positivamente al desarrollo de las comunidades. Nos cuenta cómo hace 17 años, fue obvio para los fundadores de esta organización que los hijos de aquellos que trabajaban en las estancias (establecimientos ganaderos), no acababan teniendo las mismas oportunidades que los hijos de los dueños. Un chico de la capital tiene mayores opciones para estudiar, aprender a tocar un instrumento, estar en contacto con el arte y muchas otras cosas que puedan complementar su educación. Para paliar esa diferencia surge el Centro Cultural Melodía en el que hoy se ven los frutos de estos años, además de una meta indiscutible: llegarle a muchos más. ¿Cómo hacerlo?

La importancia clave de los datos

Durante todos estos años el Centro ha desarrollado numerosos programas a través de los cuales cientos de chicos y chicas han podido beneficiarse de cursos de computación, idiomas, música, lectura… “Si alguien quiere aprender a tocar el violín, la escuela provee de ese violín y ahora hay algunos chicos que son directores de música de grandes orquestas del Paraguay y en otros lugares del mundo. El Centro les dio herramientas para poder competir a nivel nacional e internacional”. Pero Félix sabía que lo que no se puede medir no existe y que “a las autoridades, cuando les demuestras en números el impacto, te otorga más legitimidad”. Se aplicó en conseguir la información y de ahí la pregunta siguiente fue… ¿Y ahora qué hacemos con los datos?

“Quise tener datos para probar el impacto que causa la cultura en la comunidad. Realicé un estudio y ahí me comencé a percatar que algo pasaba. Que ese impacto que habíamos conseguido aquí era real y que necesitábamos hacer algo para escalarlo. El reto en este punto era que nadie me decía: Félix, este es el camino que tienes que seguir. El Taller para escalar impacto de VIVA Idea fue clave. Allí yo fui capaz de ordenar todo lo que yo tenía en mi cabeza”.

Tan clave como esa claridad necesaria para echar a andar, ha sido a partir de ahí la generación de alianzas. La experiencia y el proceso de investigación de Félix, se acabó reflejando en un proyecto que se presentó a la Secretaría Nacional de Cultura. El proyecto fue adoptado por este organismo de Gobierno y se implementará este año. El modelo que el Centro Cultural Melodía se va a multiplicar replicándose en 20 centros culturales de todo el país.

¿Cómo logra negociar impacto por recursos?

La clave de este modelo tiene mucho que ver con cambiar las reglas del juego y cómo interactúa el sector sin fin de lucro con el sector privado y gobierno según Félix. “No podemos acercarnos al gobierno y a las empresas a mendigar. La idea es llegar y plantear alianzas estratégicas, en las que vamos a trabajar juntos para cambiar la realidad. El taller de VIVA me hizo ver la necesidad de cambio hacia ese discurso. Anteriormente yo iba a suplicar o a pedir. Ahora voy a negociar”.

Retos para escalar el impacto

Félix es consciente de que no todo va a ser un camino de rosas. Cree que su mayor desafío es que estos 20 nuevos centros culturales puedan entender el modelo. “Muchos cuando se habla de cultura no lo toman como que es un tema sumamente importante y no es verdad. A través de la cultura se generan cambios en las personas, contribuye a que se valgan por sí mismas. Si logras esto, el día de mañana podrán salir de la pobreza”.

Tres preguntas clave para quien emprende:

El tono de Félix no decae, por algo quienes le conocen le llaman ‘jalero’. “Yo soy ese que dice todo el tiempo: vamos, vamos, vamos… y animo a la gente a que dé el 100%, porque yo sé que se puede”. Su compromiso es incuestionable. Pero qué piensa él que tiene que tener un emprendedor social para no decaer ante los obstáculos, generar y escalar su impacto. Hay tres preguntas clave que todo emprendedor social según él debería hacerse antes de iniciar camino:

  1. ¿Amas el proyecto en el cual trabajas?: “El emprendedor tiene que demostrar que ama el lugar al que va a servir. La ciudad, su barrio, el entorno que le rodea. Eso va a generar cambio, pero tienes que amar ese entorno para poder cambiarlo”.
  2. ¿Tienes clara tu pasión?: “Si has logrado descubrirla entonces tienen que ir a por ello. Si pones pasión en lo que haces, nunca más vas a trabajar porque vas a amar lo que hacés”.
  3. ¿Te preocupa ganar dinero?: “Entonces métete en otra cosa y no en lo social. Para mi el dinero es una herramienta y tienes que aprender a tratarla de la manera correcta o si no esa herramienta te domina, cuando eres tú quien debería dominarla”.

http://blog.es.idealist.org/wp-content/uploads/2018/02/Felix_Farina_Video.mp4

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Tecnología y educación re-invertida en desarrollo rural

febrero 16, 2018 por Elena Martin Dejar un comentario

Colaboración entre VIVA Idea e Idealist

Por VIVA Idea

EnerGea es una empresa boliviana que para tener un “impacto positivo” requirió de una gran dosis de pasión por la tecnología y motivación por cambiar la situación actual, acceso a la tecnología y la división de los actores que pueden contribuir al desarrollo local. ¿Cómo enfrentaron este problema?

Hernann Zabala, cofundador de EnerGea en Bolivia, nos explica que la creación de la empresa social provino de un compromiso común de los socios de implementar el concepto de tecnología sostenible a través de proyectos relacionados con la eficiencia energética y tecnologías limpias para el desarrollo. Al mismo tiempo, les permite inspirar a futuros innovadores a través de su ejemplo. Para Hernann fue indispensable contar con Antonio, socio con la misma visión y valores para fundar la empresa, que rápidamente se dieron cuenta que la clave de su modelo está en entender la oportunidad que tienen de ser un articulador institucional para el desarrollo de proyectos tecnológicos con alto impacto social y ambiental.

Ambos socios son docentes de universidades en su país y su motivación por EnerGea aumentó al encontrarse con una diversidad de estudiantes que ya tienen ideas y proyectos tecnológicos innovadores. Es más, Hernann siente que el trabajo como docente es clave ya que la mayor parte del entorno universitario de su país no fomenta (o incluso reprime) estos emprendimientos al estar enmarcados en currículas rígidas y poco innovadoras, lo cual dificulta que accedan al apoyo en capacitación o los fondos para ser implementados.

“La necesidad que identificamos fue de integrar a los actores locales (gobiernos locales, cooperación internacional, empresas, universidades, profesionales) y potenciar a aquellas personas o estudiantes de tecnología que tenían una idea o proyecto factible para implementar y que al no recibir el apoyo de los sectores público y privados, ese potencial queda en nada. Por eso era importante tener un actor (como EnerGea) que pueda reunir a otros para hacer realidad esos proyectos”.

¿Cómo quieren resolver los problemas de su contexto?

En el área de recursos, se generan los ingresos económicos y se desarrolla el know-how de la organización. Esto alimenta el área de impacto de la organización y permite su implementación.

La clave del modelo fue desarrollar productos tecnológicos de eficiencia energética de calidad con un alto potencial de impacto social y/o ambiental. Por ejemplo, en su área de Tecnología trabajan particularmente en Iluminación LED vendiendo proyectos y servicios personalizados a clientes y generando un impacto ambiental positivo por el ahorro en electricidad que produce. Los recursos obtenidos por este tipo de proyectos son luego re-invertidos en la implementación de proyectos en áreas rurales, potenciando proyectos de otras personas relacionadas con el rubro. Por otro lado, la experiencia docente de Hernann le ha permitido tener clara la importancia de un área educativa al interior de EnerGea exclusivamente enfocada en construir una cultura tecnológica sostenible en un país que presenta severos atrasos en esta área, multiplicando así sus oportunidades en el área social.

Retos para escalar su impacto

Hoy en día, EnerGea debe plantear un modelo de financiamiento híbrido, obteniendo ingresos por ventas de productos y servicios y algunas donaciones o subvenciones. Particularmente, desean independizar el área de proyectos rurales y el área educativa para que el modelo sea replicable en otras partes del territorio nacional, y su implementación siga parámetros estandarizados, ya sean ejecutados por EnerGea u otros organismos del área local, maximizando el impacto y alcance de sus actividades.

http://blog.es.idealist.org/wp-content/uploads/2018/02/Hernan_Zabala.mp4

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